La biblioteca de las lectoras valientes by Kate Thompson

autor:Kate Thompson [Thompson, Kate]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-02-17T00:00:00+00:00

* * *

TRES HORAS MÁS tarde, Clara llegó al ayuntamiento, donde iba a celebrarse su reunión con el señor Pinkerton-Smythe, con una lista de espera para Por siempre Ámbar tan larga como su brazo. Hacía solo siete días que lo habían recibido. ¿Cómo se habían enterado tantas mujeres de que tenían ejemplares? ¿A quién quería engañar? Sería más fácil represar el Támesis con cerillas que contener los cotilleos en Bethnal Green.

Una secretaria le hizo un gesto para que esperara. Clara bajó la mirada, avergonzada. Su último par de tacones negros decentes había pasado por fin a mejor vida y solo le quedaban unos rojos, así que la noche anterior había comprado un bote de esmalte negro y los había pintado.

«Haga pasar a la señora Button», ordenó la voz de su jefe a través del intercomunicador crepitante.

—¿Ha sabido algo de la señora Caley? —le preguntó a Clara en cuanto entró en su despacho—. Su marido ha venido a verme otra vez.

—No, lo siento.

—Y he recibido otra queja.

—¿De quién? —preguntó ella con cansancio.

—Del señor Talbot. Por lo que se ve, su esposa ha perpetrado una infidelidad en su biblioteca y también lo ha dejado.

Clara se desanimó. ¿Por qué la consideraba responsable de la moral de todas las mujeres que cruzaban la puerta de su local?

—Es una lástima, pero yo no sé nada al respecto.

—Pero es curiosa la cantidad de mujeres que se hacen con un carné de la biblioteca y luego comienzan a tener ideas estúpidas, ¿no? Cuando usted le proporciona a esa gente libros incendiarios, se generan todo tipo de problemas.

«¿A esa gente?»

—Ya he hablado con usted en otras ocasiones acerca de ofrecer un material más edificante y, sin embargo, ha llegado a mis oídos que ahora la biblioteca está en posesión de un escandaloso libro americano.

—¿Por siempre Ámbar? —preguntó Clara.

—Sí, así es. ¿Lo ha leído? —exigió saber.

—Sí, leo todos los libros antes de decidir si los pongo en préstamo.

—¿Y lo considera adecuado?

La bibliotecaria cambió ligeramente de posición.

—Bueno, se le podría hacer alguna crítica, pero, la verdad, se oyen cosas peores en el Camel un viernes por la noche. Las mujeres necesitan algo para compensar la monotonía de las horas de apagón.

—Las mujeres se dejan llevar por las emociones, no por la razón. Lo hemos visto con la señora Caley y ahora también con la esposa del señor Talbot. Hacen cosas que no deberían hacer porque no dan para más.

—Dudo mucho que las mujeres de Bethnal Green lean Por siempre Ámbar en busca de consejos. Los maridos de la mayoría de ellas están sirviendo lejos de aquí.

—No obstante, ese tipo de libros vulgarizadores está minando nuestra cultura nacional.

—Con todos mis respetos, señor Pinkerton-Smythe, nos guste a usted y a mí o no, la vida británica ha cambiado con relación a cómo era antes de la guerra.

Su jefe juntó las yemas de los dedos de ambas manos.

—Verá, estoy demasiado ocupado como para perder el tiempo con discursos sobre la sociedad británica. ¿A qué ha venido?

—Bueno…, quería comentarle una idea que he tenido.

Pinkerton-Smythe le echó un vistazo a su reloj de pulsera.

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